Sólo te pido un poco de atención.
Que de vez en cuando me hables y des señales de vida, para que sepa que sigues
ahí. No te digo que lo hagas todos los días o cada semana, al menos una vez al
mes. Me alegrarías todo el mes. Pero no, haces justo lo contrario, me ignoras.
Ya no existo para ti. Antes éramos dos amigos que siempre que nos veíamos había
risas y tonterías. Ahora, sin embargo, me ves por la calle y ni me saludas.
Me gustaría que dejases de pensar un momento en ti, tus cosas y
tus problemas y echases un vistazo al pasado, a todo lo que dejaste atrás al
decidir la forma de vida que ahora llevas. Estoy segura de que no soy la única
que piensa que has cambiado, que piensas demasiado en cosas que, hace unos
años, nunca se te hubieran pasado por esa cabeza, que, ahora, está tan confusa.
Me
acuerdo del día en el que te perdí. Te mandé varios mensajes diciendo que si
quedábamos y tú no contestaste a ninguno. Algo pasaba. Se me cayeron las
lágrimas y tú, a pesar de saberlo no te preocupaste por mí. Siempre estabas por
ahí con tus amigos y tus fotos no eran normales. Me di cuenta de que tu forma
de ser había cambiado. Te habías tomado demasiado en serio los consejos que te
habíamos dado.
Desde ese día comprendí que nuestra amistad
había llegado a su fin. Lo que antes era una carretera sin fin, ahora tenía un
muro que impedía el paso. Y ese muro era muy difícil de romper, por no decir
imposible.
Lo más seguro es que nunca
vayas a leer esto, entre otras cosas porque no te vas a tomar la molestia de
prestarme un poco de atención. Eso lo tengo claro.
Me despido de ti, de una persona a la que, a
pesar de lo que ha ocurrido, nunca olvidaré. Después de todo te sigo
queriendo.
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