martes, 19 de marzo de 2013

De lo coherente a lo absurdo.


Hace tiempo que quiero escribirte esta carta, pero nunca he sacado tiempo para hacerlo. Ahora que han empezado las vacaciones me he escaqueado y he conseguido sentarme en mi cama y ponerme manos a la obra. Seguramente te hayas parado aquí, justo aquí y ahora mismo estarás pensando el por qué escribo esta carta; no te preocupes, porque en un segundo te resuelvo esa duda. Tú y yo nos conocemos desde hace bastante tiempo y creo que ya es hora de que sepas lo mucho que significas para mí, el problema es que no me gusta ponerme sentimental y no sé cómo voy a hacerlo para que esto no se convierta en una declaración de amor o en una cursilada. Me va a costar bastante, pero tendré que arreglármelas para conseguirlo porque si es para ti estoy segura de que lo haré, en más o menos tiempo, pero lo haré.

Y así, sin darme cuenta esto va cogiendo forma y ya llevo ocho líneas escritas y a punto de acabar la novena. No voy contando las líneas para ver cuánto me queda para acabar la carta y entregártela sino que me alegra saber que soy capaz de escribir mucho sin cansarme de hacerlo.

Después de releer varias veces lo que ya he escrito me doy cuenta de que a veces puedo llegar a ser muy muy pesada, pero no soy perfecta, y lo reconozco. Tampoco me gustaría serlo, pues la vida no sería lo mismo, no sabría la alegría que se siente al perdonarse con un amigo, ese alivio, ese sentimiento de libertad por haberte quitado un peso de encima. Y no es que los amigos sean un estorbo, ni mucho menos, pero si te enfadas con un amigo de verdad, con uno de esos con el que compartes momentos inolvidables; si de verdad le quieres, estás deseando perdonarte con él y volver a empezar de cero, aunque la gran mayoría de las veces no sepas como hacerlo. Cuando por fin te armas de valor y le pides perdón y él te perdona, aunque por fuera parezca como si no os conocierais de nada porque no sabes que decir, en el fondo tu corazón se siente libre y está deseando soltar muchas cosas, pero que al pasar por tu boca se quedan atascadas y no salen hasta que alguno de los dos da el primer paso, y a partir de ese momento todo eso que estaba retenido en tu boca sale disparado, casi sin querer.

Es posible que no leas esta carta, bien porque te parezca un testamento y no te apetezca, bien porque nunca la recibas o bien porque empieces a leerla y te parezca muy cursi. La verdad es que no me siento muy capaz de enviarte esta carta. Dependiendo de cómo me quede y de si me parece una cursilada o no, me plantearé la posibilidad de que la leas.
Si has llegado hasta aquí, lo más seguro es que te estés riendo mucho, bastante, demasiado. Estarás pensando: "Pero mira que es tonta, ¿por qué no iba a querer leer esta carta?".
Te entiendo, yo estaría igual, pero compréndeme, esto es raro, que yo escriba esto es muy raro. Aunque lo que no es raro es que me esté yendo por los cerros de Úbeda y en vez de agradecerte, pedirte perdón y ese tipo de cosas, esté convirtiendo esto en algo gracioso, absurdo. Pero eso es lo que nos gusta hacer a ti y a mí, ¿no? Hacer de todo, menos cosas coherentes.

Ahora que lo pienso, también está bien esto de hacer una carta para hacer pasar un buen rato a alguien, y como en este caso eres TÚ, creo que te mereces reírte, aunque te rías de mí. Así que ya sabes, te doy permiso para reírte a carcajadas; en realidad no te doy permiso, te OBLIGO.
Debes saber que yo también me estoy riendo, un poco más y me ahogo. Es normal, ¿no crees? Si lo piensas bien estoy escribiéndole a un papel, es absurdo. Como todo lo que yo hago.

¿Tan pesada soy? Es que no sé cómo parar, la mano se desliza sola por el papel, no puedo controlarla... Espero que te guste esto, aunque sea fíngelo, porque si no lo haces me voy a deprimir mucho. Aunque tú no seas consciente de ello, esto me está costando bastante, ya que hay muchas cosas que escribo sin pensar y luego tengo que andar borrándolas.
Me estoy dando cuenta de que esta carta (si se puede llamar así), no tiene sentido. Es una mezcla de muchas ideas felices. Debe ser el resultado de escribir como máximo dos párrafos por día.
No sé si dejarla como está o modificarla porque si alguien la lee, quiero que vea que está bonita. Tengo que pensármelo.

¿Quieres que vuelva a retomar el camino que empecé el día que cogí un folio en blanco y un boli; o prefieres que continúe diciendo tonterías sin sentido alguno?
Pero que digo, ¿cómo me vas a contestar? Lo siento, escribo sin pensar.
Creo que en cualquier caso, después de tanto tiempo juntas ya sabes lo que pienso de ti, pero si aún así quieres saberlo no dudes en preguntármelo.

Esto no era lo que yo quería que recibieses, lo siento. Aunque, después de leerla varias veces, creo que no me ha quedado tan mal. Espero que tú pienses lo mismo. Lo he decidido, este papel va a llegar a tus manos y tú lo vas a leer.
Ahora viene la despedida, no la voy a hacer muy larga, entre otras cosas porque ya se me está acabando el folio y no quiero coger otro para que no parezca abuso. Así que, dicho, sea de paso, gracias y perdón por todo. Te quiero.

PD: Esto no es una despedida, pues tú y yo vamos a estar siempre unidas.

Un poco de atención.


Sólo te pido un poco de atención. Que de vez en cuando me hables y des señales de vida, para que sepa que sigues ahí. No te digo que lo hagas todos los días o cada semana, al menos una vez al mes. Me alegrarías todo el mes. Pero no, haces justo lo contrario, me ignoras. Ya no existo para ti. Antes éramos dos amigos que siempre que nos veíamos había risas y tonterías. Ahora, sin embargo, me ves por la calle y ni me saludas.

Me gustaría que dejases de pensar un momento en ti, tus cosas y tus problemas y echases un vistazo al pasado, a todo lo que dejaste atrás al decidir la forma de vida que ahora llevas. Estoy segura de que no soy la única que piensa que has cambiado, que piensas demasiado en cosas que, hace unos años, nunca se te hubieran pasado por esa cabeza, que, ahora, está tan confusa.

Me acuerdo del día en el que te perdí. Te mandé varios mensajes diciendo que si quedábamos y tú no contestaste a ninguno. Algo pasaba. Se me cayeron las lágrimas y tú, a pesar de saberlo no te preocupaste por mí. Siempre estabas por ahí con tus amigos y tus fotos no eran normales. Me di cuenta de que tu forma de ser había cambiado. Te habías tomado demasiado en serio los consejos que te habíamos dado.

Desde ese día comprendí que nuestra amistad había llegado a su fin. Lo que antes era una carretera sin fin, ahora tenía un muro que impedía el paso. Y ese muro era muy difícil de romper, por no decir imposible.
Lo más seguro es que nunca vayas a leer esto, entre otras cosas porque no te vas a tomar la molestia de prestarme un poco de atención. Eso lo tengo claro.
Me despido de ti, de una persona a la que, a pesar de lo que ha ocurrido, nunca olvidaré. Después  de todo te sigo queriendo.